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/// Diario de Femijedi ///

Investigación sobre ficción de diario virtual caótica y nómada

Y arderán todas las iglesias

Publicada el 2018/03/16 por Femijedi
A la memoria de Marielle Franco.
 
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Aclaración: «Ni Mi Riprisintin» y «Con Mis Niñis Ni Si Mitin» abstenerse de entrar a cualquier Noblog, en las redes libres atacamos a los-las trolls fascistas de manual. Recuerden que en las calles cantamos «autodefensa» y no dudamos en ejercerla.
 
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Es difícil escribir. El Diario de Femiyedi se completa con la lectura de quien no tenga pereza a la hora de pensarse. Hoy hablé sobre el dolor. Siempre me pregunto por qué es más fácil apelar a la «garra charrúa» y «aguantar» el dolor que pensar, decir y actuar.
 
¿»Aguantar« qué? ¿Para qué? ¿Para quién? ¿Actuar qué? ¿Para quién? ¿Para qué?
La duda ejerce una seducción impertinente y, por eso, es necesario escucharla siempre.
 
¿Qué nos duele?
¿De dónde viene el dolor?
¿Es necesario atravesarlo, reprimirlo, destrozarlo, sentirlo, gozarlo, liberarlo, transformarlo, dibujarlo, cantarlo, componerlo, romperlo, transfigurarlo?
 
¿El dolor en qué? En el cuerpo, en la corporalidad.
Hoy, como todos los días en un mundo patriarcal-capitalista, es un día de muerte. 
¿Por qué hoy? 
Porque todos los días nos matan, no importa donde, «siempre» nos matan. 
¿Por qué?
Porque pueden.
 
La muerte es un fantasma que se te pega a la carne cuando vivís con una corporalidad normada por la familia, la iglesia y el Estado como «mujer». 
La muerte es una certeza cuando decidís devenir-mujer y tu política se define, justamente, en performar una no-mujer que se corre de sus privilegios para aprender a escucharse y escuchar lo común.
En esa condición paradojal se nos juega la existencia a las mujeres, lesbianas, trans, intersexuales, travas, bi, varones diversos y toda aquella corporalidad disidente que se autoidentifique como antipatriarcal, feminista, transfeminista, hacktransfeminista.
Pero hacer lo que deseamos no nos mata, nos mata el macho.
La ciudad se convierte en un circuito de vértigo cuando te aturde el miedo y las voces te encierran en la ficción de la mismidad. No hay alma, la culpa es un invento mezquino y el perdón su secuaz parroquial.
 
Me cuesta escribir pero luego de la primera letra ya no sé adonde me llevará mi filosofía o cuando acontecerá la poesía.
La censura ejerce un poder diluyente sobre las letras que hacen que la piratería se transforme en un viaje de ida y mi libertad tome aires frescos.
 
Es lamentable que toda su violencia nos silencie.
Es lamentable que toda su violencia nos acose.
Es lamentable que toda su violencia nos viole.
Es lamentable que toda su violencia nos secuestre.
Es lamentable que toda su violencia nos encierre.
Es lamentable que toda su violencia nos mutile.
Es lamentable que toda su violencia nos discipline.
Es lamentable que toda su violencia nos torture.
Es lamentable que toda su violencia nos explote.
Es lamentable que toda su violencia nos medique.
Es lamentable que toda su violencia nos esclavice.
Es lamentable que toda su violencia nos persiga.
Es lamentable que toda su violencia nos condene.
Es lamentable que toda su violencia nos humille.
Es lamentable que toda su violencia nos controle.
Es lamentable que toda su violencia nos golpee.
Es lamentable que toda su violencia nos asesine.
Es lamentable que el patriarcado exista.
 
Pero más lamentable es que los operadores del patriarcado-capitalista sigan impunes.
Esa impunidad se sostiene en la restauración de repúblicas oligárquicas comandadas por caudillos y gerentes que optan por el silencio frente al terrorismo de Estado.
Esa impunidad se sostiene en las iglesias que predican-cobran en las calles y amenazan con denuncias penales para censurar las prácticas artísticas mientras encubren pederastia.
Esa impunidad se sostiene en instituciones omisas sobre la tortura, encierro, patologización y criminalización de la pobreza que nos imponen.
Esa impunidad se sostiene en la falta de laicidad y autonomía que ni siquiera sostienen los «derechos humanos» tecnócratas que tuercen la balanza para el lado que le convenga al gobierno de turno y sus religiosos.
Esa impunidad se sostiene en el saqueo de los golpes de estado mediáticos, la vida de excepción en una precariedad totalitaria y la necesidad fetichista de «ver para creer».
Esa impunidad se sostiene en corporaciones y transnacionales colonizando todo lo que esté a su alcance al grito de «productividad». Vivir y rendir, el mandato más claro de esta época. Emprender la explotación. Venderse más de lo que ya se vendió.
Esa impunidad se sostiene en la falta de escucha de los gobiernos frente a las calles tomadas de disidencia que defiende su libertad y reclama otros mundos.
Esa impunidad se sostiene en la falacia del «libre arbitrio» para objetar consciencia y pagarle a un gurí por un pete en el parque más próximo.
Esa impunidad se sostiene en la cacería de brujas cotidiana que vivimos por no elegir esta realidad como única forma de existencia posible.
Esa impunidad se sostiene en que nos matan todos los días y es «natural».
 
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¿Natural para quién?
 
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El patriarcado-capitalista es la ideología «natural» para cada «ciudadano» y «ciudadana de bien» que todos los días me juzgan moralmente porque soy «muy de izquierda».
 
Abortar, abortar, abortar.
Abortar la moralidad del bien y del mal es un deseo necesario y vital.
Abortar, abortar, abortar.
 
Abortar lo natural en 
cada médico torturador de duerme en su cama mientras vos seguís buscando pruebas. cada acosador que cierra los ojos en silencio cuando se entera de que fue escrachado.
cada violador que sonríe en la cena familiar al volver de putas.
cada femicida que huye al matar una trava.
cada esclavista que recuerda sus «amigas negras» para ser políticamente correcto.
cada explotador que disfruta contratando migrantes por un menor salario.
cada tecnócrata que aplica un formulario y se va a descansar mientras el golpe se acerca.
cada religioso que «convierte» la «degenerada» y «salva-gana» su «alma» para el «paraíso».
cada secta que celebra su crecimiento para un nuevo idealismo mientras fagocita deseos singulares y aplasta minorías.
cada psiquiatra que goza experimentando con el dolor en busca de «la cura».
cada proxeneta que celebra su machismo viril secuestrando gurisas.
cada religioso y religiosa que prefieren los mitos modernos antes que desear la libertad.
 
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Cura, cura, cura, cura, cura, cura, cura.
Dolor, dolor, dolor, dolor, dolor, dolor,
 
¿Acaso alguien pidió que calmen mi dolor?
¿Acaso yo deseo este dolor?
¿Acaso soy víctima de mis deseos?
No.
No.
No.
 
Cuando somos asesinadas porque odian nuestras corporalidades y formas de existir salgo a la calle a crear prácticas artísticas con lo que siento.
Mi duelo hace mucho tiempo que es público, a mis formas.
 
Elijo y no elijo este dolor.
Elijo este dolor porque deseo existir de otras formas. 
Elijo el dolor de saber que no estoy sola.
Elijo el dolor de asumir las pérdidas. 
Elijo el dolor cuando compongo para aturdir la democracia frente a las ausencias.
Elijo el dolor cuando me emociono en el abrazo de mi no-madre que decide llevar la pancarta feminista, dejar de callar y deviene compañera. 
Elijo el dolor cuando le pongo un preservativo a la cruz de sus rejas.
Elijo saber que la iglesia me odia, que el Estado la protege y que los gobiernos progresistas tienen miedo a asumir los desafíos históricos porque saben que no tienen el poder.
Elijo el dolor de atravesar los conflictos y no tenerles miedo a quienes me detestan.
Elijo la contigencia.
Elijo dudar.
Elijo saber.
 
Y saber siempre duele.
Y saber siempre cansa.
Y saber siempre expone que nada tiene sentido.
Y saber siempre habla cuando todo es enredo.
Y saber siempre dice que sos sola pero podés elegir no estar sola.
Y saber siempre muestra que la competencia es un juego mimético.
Y saber siempre organiza las letras para que no aturdan el pensamiento.
Y saber siempre reclama más saber.
Y saber siempre requiere tomar distancia.
Y saber siempre implica no gustar.
Y saber siempre demanda no dormir.
Y saber siempre lleva a desear.
Porque saber siempre aclara que el sentido depende de la vibración en cada cuerpo.
Porque saber siempre hace audible una caída.
 
Elijo el dolor de crear mi política y no saber hacia donde irá.
Elijo el riesgo de saber que no sé y deseo saber todo.
Elijo decirle basta a las certezas mono y politeístas porque la historia ha demostrado que la lógica binaria es la disputa infantil del amigo-enemigo y, simplemente, sirve para las máquinas de guerra del macho y la sumisa resentida.
No deseo el matriarcado porque detesto el teísmo, su parentesco y me dan asco las  hermandades. «Hermanas», así se llaman en las iglesias a las burócratas sumisas. Templos de todos los colores, templos al fin. Territorio, colonización, represión y templos: institucionalización.
 
Elijo el dolor de saberme censurada porque celebro mi felicidad cada vez que puedo. Vi la puerta de la iglesia cerrarse y me emocioné. Vi las manchas de pintura y las aplaudo porque simbolizan la sangre de todas las mujeres, lesbianas, transgénero, travestis, afrodescendientes, diversas funcionales, migrantes, bisexuales, intersexuales, indígenes y originarias, de todas nosotras, nosotres, las pobres que el patriarcado-capitalista mata todos los días.
 
Elijo el dolor de recordar las pérdidas todos los días para ratificar el saber ácido de mi gastritis-gastitis que se funde con las marcas de la violencia patriarcal-capitalista y transfigura mi cuerpo animal de zorra, perra, yegua.
Las cicatrices se vuelven plásticas, la piel de la serpiente celebra su color violeta tomando cada rincón de las ciudades del mundo y se detiene el tiempo. Cambia la historia, la escriben sus protagonistas mientras los religiosos orquestan el teatro de la república y pretenden instalar el miedo y su maravillosamente burdo «divide y reinarás». Las palabras del diablo inventado, del hereje separatista que se pudrió de que no se escuche su apostasía.
Paramos el mundo, protestamos y ejercemos la apostasía en todos los rincones del planeta.
 
Sus psiquiatras podrán decirnos «masoquistas» pero, en todo el mundo, nosotras, nosotres, estamos orgullosamente locas de joderles la existencia cada día, cada segundo hasta que asuman su derrota política.

Aunque nos violenten y amenacen.

Aunque nos intervengan las comunicaciones.
Aunque envíen «inteligencia» a perseguirnos.
Aunque suban fotos a sus empresas para lincharnos.
Aunque nos insulten y salgan a la calle a provocarnos.
Aunque intenten imponernos sus lógicas de competencia.
Aunque celebren la censura y criminalicen nuestras acciones. 
Aunque pretendan imponernos su «tolerancia» e implanten la paranoia.
Aunque sigan creyendo que pueden tomar decisiones sobre nuestros cuerpos.
 
 
El gusto habla de la estética de las existencias y algunas, algunes, devenimos, no deseamos controlar, desarmamos cada recoveco de disciplina porque su control es castrante y no somos sus histéricas.
Y si, nos pueden seguir llamando brujas. Mi cuerpo dice «rare» y no me importa quien lo lea, siempre me asquearon las pretensiones didácticas de las vanguardias y las firmas son la marca de la autoría capitalista.
Algunas contestamos nuestro nombre y decidimos las ficciones que queremos actuar.
Algunes celebramos la estética de lo peor porque desde esos restos y desechos pensamos lo común, actuamos el porvenir y hacemos música para vivir. 
 
¿Quién dijo que nos interesa agradar?
¿Quién dijo que nuestro dolor es universal?
¿Quién dijo que es necesaria una ficción del feminismo, transfeminismo, hacktransfeminismo seductora para el patriarca mercantil y su servil sumisa?
No interesa agradar porque no interesa pertenecer al canibalismo que erotiza al macho y evangeliza. 
 
Elijo el dolor del saber para denunciar, protestar, decir, crear.
Acciono contra el demagogo fascista que nos mata y toda aquella que se calla mirando para el costado o se ríe porque no comprende lo personal como político.
 
Nos mata sin fronteras, nos mata porque puede y, aunque nos sigan matando, vamos a seguir haciendo política, nuestra política.
Disguste a quien disguste.
 
No tenemos miedo porque sabemos lo que podemos.
No tenemos miedo y nadie nos va a callar.
No tenemos ni deseamos mártires, las muertas por sus lógicas sacrificiales resuenan en cada mujer, lesbiana, trava y disidencia que desee prender fuego todas sus iglesias.

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